PARÍS.- La caída del euro ante el dólar ilustra una vez más la "guerra de divisas" generada por las políticas de los bancos centrales, determinados a dinamizar sus economías golpeadas por la crisis usando la moneda como arma.
La tormenta financiera
mundial de 2008, sumada a la crisis de la deuda en Europa entre 2010 y
2012, han puesto a las instituciones monetarias en primera línea y cada
una de ellas, guardianas de la divisa nacional, ha concentrado sus
fuerzas en garantizar a su país las mejores condiciones monetarias.
"Estamos
en un proceso donde la política monetaria ha reemplazado la política
presupuestaria", puesto que "los gobiernos no tenían más margen de
maniobra presupuestario", explica Christopher Dembik, economista de Saxo
Banque.
Tras la crisis de 2008, "los bancos centrales tuvieron
que intervenir, puesto que los gobiernos debieron restringirse
rápidamente, tras gastar más de lo que podían", apunta igualmente
Patrick Jacq, especialista de la deuda en BNP Paribas.
El
Grial generalmente buscado es una moneda débil, que hace atractivos los
precios a la exportación, impulsando las ventas de las empresas y
beneficiando a la economía en su conjunto.
"Todo el mundo quiere
incentivar el crecimiento económico y recurre a los viejos métodos, es
decir, debilitar su moneda para inflar las exportaciones y aumentar así
de forma rápida y segura el Producto Interior Bruto", resume Eric
Vanraes, gerente del fondo de inversiones EI Sturdza, basado en Suiza.
Pese a ello, según Jacq, "el arma de la moneda raramente es un objetivo oficial", y el Banco Central Europeo (BCE) siempre ha dicho que no tiene un objetivo sobre la tasa de cambio.
Pero el banco "lo pensaba tan alto, que todo el mundo lo oyó", afirma René Desfossez, especialista en deuda de Natixis, confirmando que "los cambios son una de las principales palancas con las que se juega" para reactivar la economía.
Pero
como todos los bancos centrales despliegan la misma política, ajustando
en permanencia sus dispositivos o echando mano de sus reservas de
cambio para mantener la divisa en límites aceptables, sus estrategias se
ven a menudo confrontadas. De ahí la expresión "guerra de divisas".
Y obviamente, las instituciones más sólidas son las que se hallan en posición de fuerza.
"Los
principales bancos centrales", es decir, el BCE, la Reserva Federal
estadounidense (Fed), el Banco Popular de China y el Banco de Japón, se
lanzaron en este proceso y "llevan las riendas de esta guerra, mientras
que el resto actúa con retraso y tratando de limitar los daños", explica
Dembik.
El episodio más claro fue el golpe de timón del Banco
Nacional Suizo (BNS), que renunció de golpe en enero a la política
aplicada durante los últimos tres años para impedir que el franco suizo
subiera demasiado frente al euro.
No es el único caso. "Este año,
24 bancos centrales bajaron sus tasas. A mediados de marzo, lo hicieron
los de Serbia, Corea del Sur y Tailandia" y Rusia les siguió los pasos,
señala Greg Smith, analista de World First.
Al lanzar el 9 de
marzo un programa sin precedentes de compra de activos de 1,14 billones
de euros de activos hasta septiembre de 2016, el BCE hizo inclinar
claramente la balanza en detrimento del dólar.
"El alza continua
del dólar plantea un dilema a la Fed", sobre todo porque "merma la
capacidad de los exportadores [estadounidenses] de seguir siendo
competitivos", estima Simon Smith, analista de FxPro.
"Desde
agosto, el dólar se apreció alrededor de 25% frente a la canasta media
de las grandes monedas mundiales", recuerda Vanraes.
Pero, según
él, "la cuestión hoy es sobre todo China: como el yuan se arrimó al
dólar, el banco central chino podría hacer lo contrario que el Banco
Nacional Suizo y devaluar su moneda".
Un gesto que reactivaría una vez más la carrera.