PARÍS.- El primer ministro francés, Manuel Valls, rechaza las demandas para aplicar más recortes y subraya que “Europa subestima la gravedad de la situación” ante el riesgo de deflación y recesión.
“Algunos veían hace seis meses la vuelta del crecimiento suavemente.
Lo que yo veo, si no hacemos nada, es un riesgo de deflación y de
recesión”, subraya el socialista Valls en una entrevista publicada hoy
por el semanario “Le Nouvel Observateur” y justifica los presupuestos de
su Gobierno para el año próximo.
Según Valls, reducir el déficit público al 3 % del producto interior
bruto (PIB) en 2015, en lugar del 4,4 % que prevé el Ejecutivo, “es
imposible” y disminuir en 30.000 millones de euros adicionales el gasto
público, además de los 21.000 millones programados, “nos hundiría en la
austeridad y bloquearía el país”.
Expresa sus temores a que en Europa “las políticas de ajuste no coordinadas hayan acabado por matar el crecimiento”.
No obstante, destaca los “avances” conseguidos con la depreciación de
la moneda única respecto al dólar y la importancia del plan de
inversiones de 300.000 millones de euros del nuevo presidente de la
Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
A su juicio, “eso quiere decir que podemos cambiar la política
presupuestaria y monetaria de la Unión Europea”, como lleva pidiendo el
presidente francés, François Hollande, desde que llegó al poder hace dos
años y medio.
Al respecto, el primer ministro admite que hace falta tiempo para
reformar Francia y Europa y que la acción de su Ejecutivo no conseguirá
resultados rápidos.
“Hay que asumir que reformar un país que ha perdido su competitividad
llevará diez años”, afirma Valls, quien añade que entiende la
impaciencia, pero destaca que “hace falta tiempo para que Francia se
recupere plenamente de su retraso”.
Cuando los socialistas llegaron al poder en mayo de 2012, “sin duda
subestimamos la amplitud de la crisis de competitividad y de la crisis
de confianza” y eso impidió actuar más rápido desde el principio,
reconoce Valls.
Señala que se habían tomado “malas decisiones” como subir los
impuestos, en particular a las clases medias y populares, en lugar de
privilegiar el recorte del gasto público, como se está haciendo ahora.
Por otra parte, el primer ministro reitera la idea de que “la
izquierda está amenazada porque no ha logrado articular respuestas
fuertes a cuestiones esenciales” como la forma de afrontar “una
globalización que crea ganadores y perdedores”, la reforma del Estado
del bienestar o la manera de compatibilizar el laicismo y la igualdad
entre hombres y mujeres con un islam en Francia.
Insiste en que la izquierda debe abandonar una actitud nostálgica y
centrarse en “cómo orientar la modernidad para acelerar la emancipación”
de las personas.
“El proyecto de esta izquierda moderna es combatir contra todo lo que aliena y encierra al individuo”, comenta.
En su opinión, en esta época de redes sociales “el verticalismo de los partidos ya no funciona”.
Además, invita a “un nuevo compromiso entre todas las fuerzas
progresistas” de Francia para hacer frente al ascenso del
ultraderechista Frente Nacional.