LONDRES.- - Cuando 3,6 millones de escoceses votaron el jueves sobre si abandonar o permanecer en el Reino Unido, estaban contestando una simple pregunta: ¿Debería ser Escocia un país independiente? Por un tiempo algunos políticos en ambos bandos del
debate quisieron incluir una tercera opción en la papeleta: máxima
devolución de poderes a Escocia dentro de Reino Unido.
Hasta Alex Salmond, el primer ministro escocés y líder
del Partido Nacional Escocés (SNP, por su sigla en inglés), apoyó
incluir esa alternativa, argumentando que no estaba a favor de "limitar
las opciones de los escoceses".
Sin embargo, el primer ministro británico, David
Cameron, y muchos colegas de Salmond en el SNP estaban en contra de la
idea.
Los escoceses, dijo Cameron en ese momento, se
enfrentarán con "lo que siempre quise, que es una sola pregunta. No dos
preguntas, no máxima devolución, no opciones diferentes; una sola y
simple pregunta".
Los escoceses respondieron a esa pregunta decisiva el
jueves, votando en un 55 por ciento por el "Sí" permanecer en el Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, frente al 45 por ciento que
votó en contra.
Cameron, que podría haber afrontado peticiones de
dimisión si la unión se quebrara, dijo que estaba "encantado" con la
decisión y que "no habrá disputas, no habrá repetición".
"Tuvimos una oportunidad de votar. De eso es lo que
estoy orgullosa, estoy orgullosa de que voté que sí", dijo Lindsay
Burgar, una enfermera de la localidad de Oban.
Sin embargo, lo que los escoceses también tuvieron
-aunque no estaba en la papeleta- fue la promesa de una mayor autonomía.
Los unionistas siempre dijeron que ofrecerían a los
escoceses mayor autonomía si votaban por permanecer en Reino Unido, pero
no detallaron qué significaba eso.
El panorama comenzó a cambiar cuando el pánico por una
posible votación afirmativa se adueñó de la situación dos semanas antes
del referéndum.
Los líderes de los conservadores y de los demócratas
liberales -que forman el actual Gobierno- y el opositor Partido
Laborista prometieron a los escoceses una vía rápida para una mayor
descentralización, incluidas decisiones sobre asistencia social,
endeudamiento y recaudación de impuestos.
También firmaron una promesa para mantener
indefinidamente los altos niveles de financiación que Escocia recibe en
comparación con otras regiones de Reino Unido.
El viernes, Cameron también prometió que buscará
reorganizar las disposiciones constitucionales para el resto del país.
"Es absolutamente correcto que un nuevo y justo acuerdo
para Escocia debe ir acompañado de un nuevo y justo acuerdo que se
aplique a todas las partes del Reino Unido", dijo.
Estas promesas abren una caja de Pandora de futuros
problemas. Muchos votantes fuera de Escocia ven las ganancias del país
como un soborno y se han quejado de que los escoceses reciben un trato
especial.
Las palabras de Cameron buscaban abordar un espinoso
problema constitucional: Escocia, Gales e Irlanda del Norte eligen
representantes para sus propios parlamentos regionales y para
Westminster. Los votantes ingleses, por otra parte, tienen
representantes sólo en Londres.
Si sus cambios propuestos no avanzan lo suficiente,
llevaría a un mayor respaldo a los partidos populistas, como el
euroescéptico UKIP, en las elecciones generales de 2015. Eso, a su vez,
aumentaría las posibilidades de que el país abandone la Unión Europea.
"El genio salió de la botella", dijo el legislador
laborista Peter Hain sobre la necesidad de cambio. Hain ha sido
secretario de Estado de Gales y de Irlanda del Norte.
"Necesitamos reconocer la realidad de que Reino Unido
debería tener una estructura política federal con una disposición
constitucional que defina la demarcación de poderes entre Westminster y
el resto de Reino Unido", argumentó.
Esto estará plagado de dificultades, lo que explicaría
la razón por la que los políticos han ignorado el tema durante tanto
tiempo.
Fue el laborista Tam Dalyell quien en 1977 expuso por
primera vez la pregunta de ¿Deberían los legisladores de Escocia electos
para Westminster votar sobre temas ingleses, si los legisladores
ingleses no pueden votar sobre asuntos de Escocia?
El tema es más pertinente ahora que las asambleas en
Edimburgo, Belfast y Cardiff controlan los asuntos domésticos sobre los
que los legisladores ingleses no tienen poder de decisión. Como
resultado, algunos políticos ingleses argumentan que Inglaterra debería
poseer su propio parlamento.
Graham Allen, legislador laborista y presidente de un
comité parlamentario que dijo que investigará el futuro de la
descentralización, es uno de los que cree que Inglaterra no necesita su
propio parlamento, pero que debería combinar la unión con una mayor
transferencia de competencias a las regiones.
El cambio, dijo, es necesario tanto como inevitable.
"Creo que ellos (los políticos) probaron (...) que
pueden moverse como un rayo cuando lo necesitan", dijo Allen.
"Necesitamos que todos los partidos se fortalezcan, muestren algo de
liderazgo y de audacia y se comprometan públicamente a transferir
competencias y unión, los dos pilares para los próximos 200 años en
Reino Unido", afirmó.
"De lo contrario, es una trinchera de guerra y un
cambio poco sistemático, con crisis y ansiedad, y no creo que eso sea
necesario", agregó.
Para entender cómo Gran Bretaña temió que podría perder
Escocia, y por qué sus líderes se sintieron obligados a ofrecer tantas
concesiones, hay que ver el creciente descontento de los escoceses con
el camino que ha tomado Gran Bretaña en las últimas décadas.
Muchos ven a los gobernantes en el Parlamento
británico, y generalmente más el rico sureste, como arrogantes,
indiferentes y elitistas.
"Quienes han estado en el Gobierno en Westminster no
han interactuado realmente ni entendido por completo las preocupaciones
de Escocia", dijo Simon Reevell, un legislador conservador y miembro de
la Comisión de Asuntos Escoceses en Westminster.
"No es algo que apareció en las últimas semanas. Es
aprovechar un hondo sentimiento de que estarán mejor por sí mismos y
creo que eso se refleja en cómo se ha gobernado a Escocia bajo todos los
grandes partidos políticos, probablemente en los últimos 30 años",
agregó.
Los escoceses no se han quedado sin voz en Londres. El
predecesor de Cameron era un escocés: Gordon Brown del Partido
Laborista, quien sirvió en el número 10 de Downing Street por casi tres
años y, antes, fue el poderoso ministro de Finanzas durante 10 años bajo
el Gobierno del primer ministro Tony Blair.
Otros escoceses tuvieron cargos destacados en los
gobiernos de Blair, lo que llevó a un presentador de televisión a decir
en 2005 que Reino Unido vivía bajo un "imperio escocés".
Lo que comenzó a hacer a la independencia
económicamente atractiva para los escoceses fue el desarrollo de la
industria petrolera en el Mar del Norte -principalmente en aguas
escocesas- que comenzó a generar grandes ingresos impositivos en la
década de 1970.
Una votación en 1979 sobre una asamblea autónoma
escocesa ganó una estrecha mayoría de los que sufragaron, pero no llegó a
nada porque la asistencia a las urnas fue menor de lo que se requería.
El panorama cambió más en la década de 1980, cuando una
inclinación hacia la izquierda que había comenzado en Escocia en la
década de 1960 se intensificó después de que el Gobierno conservador de
Margaret Thatcher reformase Reino Unido.
Thatcher y los conservadores privatizaron compañías
estatales y controlaron los sindicatos. La industria pesada escocesa
estaba diezmada y aún existe resentimiento sobre la manera en que
Thatcher usó Escocia como terreno de pruebas para un impuesto fijo.
"Es innegable que el conservadurismo radical de la
década de 1980 enfrentó a Escocia con un nuevo desafío que no había
tenido desde mediados del siglo XVIII", dijo Tom Devine, un historiador
escocés, esta semana en la Universidad de Glasgow.
Pese a que Thatcher ganó tres elecciones, sus políticas
dividieron al país; y los escoceses eran sus opositores más feroces.
"No era simplemente la oposición a una política
económica", dijo Devine. "Era una política económica que era ajena (...)
Eso es lo que muchos pensaban en esa época", agregó.
Cuando los laboristas ganaron el poder en 1997, el
partido prometió una nueva votación sobre la descentralización. Esta vez
fue aprobada fácilmente; en 1999 se estableció un Parlamento escocés en
Edimburgo.
Lejos de apaciguar el fuego nacionalista, sin embargo,
la medida generó más sentimientos independentistas. Esa expectativa
aumentó durante los años del Gobierno laborista, y especialmente después
de que Blair llevara a reino Unido a la guerra de Irak.
El SNP formó un Gobierno de minoría en 2007, pero no se
preveía una votación por la independencia hasta 2011, cuando la
arrolladora victoria en las elecciones los llevó a tener su primer
Gobierno mayoritario.
"Antes de que el SNP ganara en 2011, la independencia
había sido algo en lo que las personas en realidad no pensaban", dijo
Stephen Noon, estratega jefe de la campaña por la secesión.
"Cuando el SNP ganó, (la idea) se volvió algo real", agregó.
Pese a eso, las encuestas aún sugerían que una votación por continuar en la unión era algo seguro.
En los 15 años antes de 2012 y el Acuerdo de Edimburgo,
el apoyo a la independencia no había superado el 35 por ciento, según
datos del Social Attitudes Survey para Escocia.
Casi todos en Westminster creían que una separación era algo impensable.
El sentimiento era "tengamos el debate y veamos si es
un sí o un no", dijo un funcionario británico de alto rango. "Claramente
siempre sentimos que teníamos el argumento correcto. Claramente el
Gobierno británico pensó que podría ganar esa discusión", agregó.
La insistencia de Cameron de una votación limitada a un
"No" o un "Sí" no tenía la única intención de dar una opción clara.
También descansaba en el hecho de que la visión del SNP
de la opción de la máxima descentralización, o "devo-max", era de
amplio alcance, incluyendo todas las áreas salvo defensa, política
exterior y moneda.
"Se tendrían dos sistemas de pensiones estatales
distintos dentro de un solo Estado. Se tendrían dos regímenes de
seguridad social distintos en un solo Estado y dos políticas diferentes
de inmigración y de ciudadanía en solo Estado", dijo Adam Tomkins,
profesor de Derecho Constitucional.
Tomkins fue el asesor de la campaña por el "No" -con el
lema "Better Together" (Unidos Mejor)- que fue presentada ante la
comisión del Parlamento inglés sobre el referéndum.
"No existe Estado alguno en el mundo que esté gobernado
de esa forma. (La alternativa del) devo-max como la definió el SNP no
es realizable y no tiene precedentes", agregó.
Tomkins cree que Cameron no quería que se viera como si
Londres estuviera dictando las condiciones de nuevo. "Supongan que
Westminster hubiera tenido más mano dura: exactamente así se habría
visto en Escocia. Pueden ver los riesgos", dijo.
"En lo que se ha apoyado el SNP, durante toda mi vida,
es en una cultura del agravio de las políticas escocesas y lo último que
querría hacer Westminster sería agraviar más al SNP", añadió.
Pero aquello de tratarlos con guantes de seda le dio al SNP poder sobre otras decisiones cruciales.
El partido no sólo tuvo la facultad de definir los
temas del referéndum -la redacción exacta fue levemente modificada por
la Comisión Electoral-, sino que además le dio a personas de 16 y 17
años el derecho a votar, decisión calificada por un legislador del
Partido Conservador como "ridícula".
Uno de los puntos decisivos: el SNP eligió la fecha de
la votación. Cameron quería que el referéndum se realizara en 2013. Pero
el partido escocés quería más tiempo para prepararse y salirse con la
suya.
"Salmond y sus asesores siempre supieron que estaban
más atrás en las encuestas y que iban a necesitar un largo tiempo para
preparar el terreno", dijo David Torrance, biógrafo del político. "Si se
considera el resultado de los sondeos, fue la culminación de una
campaña de combustión lenta, una campaña muy, muy inteligente. Y
necesitaron dos años para hacerlo", comentó.
"Cameron podría haber calculado que no iba a haber
ninguna diferencia. Pero en realidad, al darles un año extra, podría
afirmarse que fue allí donde se equivocó", agregó.
A medida que los nacionalistas ganaban terreno, Londres
terminó prometiendo a los escoceses más facultades, pese al rechazo que
le tenía Cameron al comienzo a ofrecer una votación sobre el
"devo-max".
Llegó a ese punto porque "Better Together", la campaña
de quienes abogaban por la unión, fue poco llamativa. Sólo los esfuerzos
del ex primer ministro laborista Brown le dieron algo de peso.
Aunque los unionistas fueron los ganadores en el primer
debate televisivo, a comienzos de agosto, el exministro de Finanzas
Alistair Darling, laborista escocés elegido para encabezar la campaña
del "No", era percibido a menudo como una figura seca y distante.
Darling no lograba despertar pasiones, a diferencia de
Salmond, que tiene un toque populista y talento histriónico.
Algunas veces "Better Together" daba un mensaje poco
claro, en parte porque combinaba de forma extraña a políticos
conservadores, laboristas y a demócratas liberales, más acostumbrados a
criticarse mutuamente.
Aquello resultó en que sus intentos por atraer a los votantes escoceses muchas veces se veían torpes.
Una vez, los funcionarios del Tesoro británico
publicaron en una página del Gobierno una lista en tono de broma de las
12 principales ventajas financieras de votar por el "No", como que los
escoceses podrían "compartir una comida de 'fish and chips' con su
familia todos los días de la semana por unas 10 semanas, con un par de
porciones adicionales de guisantes".
El SNP dijo que eso era paternalista. Y no fue hasta
que Brown intensificó sus esfuerzos, en las últimas semanas, que la
campaña por el "No" volvió a reconducirse.
Pero para entonces ya se había disparado el apoyo a la campaña de la independencia.
"Es muy difícil desarrollar una campaña cuando le estás
diciendo 'no' a todo", dijo David Yelland, exeditor del diario Sun y
actualmente socio de la firma de Relaciones Públicas Brunswick.
"Siempre iba a ser una tarea difícil porque se necesita
energía, brío y vigor en torno a las campañas políticas", agregó.
La campaña por la secesión "alejó la conversación desde
la categoría de Estado a la política: ¿Qué tipo de Escocia queremos?",
apuntó Tomkins.
Cuando las encuestas revelaron el creciente apoyo para
la separación de Reino Unido, la campaña por el "No" sacó un cronograma
acelerado que le daría a partir del año siguiente mayor poder de
decisión a los escoceses.
"En realidad es un insulto a la inteligencia del pueblo
escocés haver un refrito de esas propuestas en el último minuto y
esperar más allá de toda esperanza que las personas crean que son algo
concreto", declaró el líder escocés de 59 años.
Los poderes ofrecidos no alcanzaban la radical visión
del "devo-max" que tenía Salmond. Pero sí le daban a Escocia un trato
especial en comparación al de otras regiones de Reino Unido.
Las reacciones desde el resto del país fueron una mezcla de rabia e incredulidad.
"La fórmula de financiación para Escocia (...) ya
otorga una financiación al norte de la frontera que supera holgadamente
lo que gasta per cápita en otras partes de la unión", escribió la
legisladora conservadora Claire Perry en una columna de un diario el día
del referéndum.
"Lo que se necesita es un análisis frío y calmado, no
promesas de regalos financieros para calmar al señor Salmond", agregó.
Los políticos desde la izquierda del laborismo al
derechista Nigel Farrge del Partido Independiente dijeron que Reino
Unido ahora necesitaba una nueva disposición constitucional.
El legislador conservador John Redwood demandó un
parlamento inglés, aunque otros, como el primer ministro, dijeron que
eso era ir muy lejos.
La perspectiva de un Reino Unido menos centralizado conlleva riesgos, aunque también recompensas.
Un elemento negativo de la decisión de devolver más
poderes podría ser una dañina competencia entre las autoridades
regionales o locales para recortar impuestos para así atraer
inversiones, lo que posiblemente resultaría en unos menores ingresos
impositivos en general, dijo David Philips, un economista del Instituto
de Estudios Fiscales.
Al mismo tiempo, el Instituto de Investigación de
Políticas Públicas argumenta que transferir algunos poderes desde
Westminster podría ser positivo para el crecimiento.
El status quo -en el que legisladores de Escocia y
Gales en Westminster mantiene su voz en decisiones sobre temas
relacionados con Inglaterra- no puede continuar, dijo Reevell.
Después de que se anunciara el resultado del
referéndum, Cameron buscó abordar esas preocupaciones refiriéndose a una
disposición constitucional "para todas las partes de Reino Unido".
Pero los aspectos prácticos aún deben decidirse y el debate podría ser difícil.
Al aceptar la derrota, Salmond recordó a Cameron sus promesas: "Escocia esperará que se cumplan con rapidez".